[Escrito originalmente en 2014 desde mi blog antiguo]
Cayó la noche y arriba de mí estaba el cielo estrellado y la sierra de Los Tuxtlas alrededor estaba oscura, pero los rayos, los viejos rayos que viven bajo el mar se estaban despertando y trajeron a la mitad de la noche sus aguas a la sierra. Pero a la mañana siguiente el cielo amanecía rojo sobre los grandes árboles y ya iba siendo tiempo (después de desayunar un poco de café con pan) de buscar las aves que me trajeron aquí.
La mañana es húmeda, tal como ocurre en estas regiones, incluso parece que está lloviendo dentro del bosque, pero es sólo la humedad condensada. Aun así las aves buscan su comida, y sobre un árbol frutal están las Clorofonias (Chlorophonia occipitalis) los Chinchineros (Chlorospingus flavopectus) los Mieleros Patarroja (Cyanerpes cyaneus) y llegó volando un Vireón Esmeralda (Vireolanius pulchellus) que sólo se dejó ver unos segundos y desapareció.
Al seguir el camino principal escuchábamos los distintos cantos pero, sobre todo, el siempre presente Chivirín Pecho Blanco (Henicorhina leucosticta) con sus múltiples cantos me confundía, pero Braulio lo conoce bien y me decía cada vez que yo me emocionaba por un llamado nuevo “es otra Henicorina” y en efecto, era otra Henicorhina, pero de repente se escuchamos otro sonido que definitivamente no era uno de los pequeños pájaros que habíamos estado escuchando todo el tiempo, esta vez era algo especial.
Le estuvimos hablando un rato, hasta que el sonido dejo de vagar por las ramas y se quedó estático en un lugar, luego cruzó el camino y volvió a quedarse quieto, y allí lo vi asomado en una ventana que ofrecía todo el ramaje, allí estaba el Breñero Gorjipardo (Automolus ochrolaemus) que se mueve en las partes bajas del bosque, en lo oscuro y que salió a saludar un momento para seguir con sus actividades moviendo el follaje
Un Carpintero Olivaceo (Colaptes rubiginosus) estaba tamborileando sobre una rama desnuda y pronto llegaron a correrlo unos Arasaris de Collar (Pteroglossus torquatus) y a su vez, estos fueron espantados por unos Tucanes (Ramphastos sulfuratus) y luego escuchamos un Tinamú Jamuey (Crypturellus boucardi) que estaba muy cerca del camino y nos escondimos mientras tratábamos que se acercara, y finalmente unas hojas se empezaron a mover cerca, a mi izquierda y allí estaba… la razón por la cual es difícil ver un tinamú en un sitio muy húmedo, sólo eran gotas de agua, pero el verdadero tinamú estaba por allí y pronto su cabecita gris pasó de frente y se perdió entre las sombras de nuevo: una bolita gris que camina sobre zancos rojos, eso es el Tinamú Jamuey.
Más adelante, dejamos el camino principal y seguimos por una brecha que divide dos ejidos que han decidido dejar partes conservadas de bosque y antiguos potreros que, lentamente se van regenerando. Hay hongos de distintos tamaños y en grandes cantidades, que crecen sobre los troncos, y también hay frutas que le van dando color al verde que se extiende por todas partes: también están los monos (Allouatta palliata) haciendo su escándalo a lo lejos y de repente, se escuchan unos aleteos fuertes sobre nosotros y unas sombras pasan volando: son los Cojolites (Penelope purpurascens) unos parientes enormes de las chachalacas que se estaban alimentando pacíficamente de frutas. Nos metimos entre los árboles para buscarlos, teniendo cuidado de que no nos encontraran primero a nosotros y huyeran, pero las sombras gigantes se desplazan silenciosamente sobre las ramas de los árboles sólo dejan oír de vez en cuando el murmullo de sus alas, por fin las encontramos y su tamaño sorprende: tienen un copete en la cabeza, y unos pliegues de piel roja en la garganta.
Alguna vez fueron comunes a lo largo de las tierras tropicales, pero fueron invitados en masa a participar en moles y caldos (léase: se los comieron) y sus poblaciones fueron haciéndose cada vez más pequeñas, hasta quedar relegados a las zonas conservadas, por fortuna no han sido relegados sólo a la memoria, como ya ha ocurrido con la Guacamaya Roja y el Tapir en las sierras de Los Tuxtlas.
Regresamos al sendero, caminamos un poco más mientras los hongos dominan el suelo por todas partes, el camino se hace escarpado y ya no queremos seguir así que regresamos, y de regreso encontramos un nido de Mosquero Picoplano (Rhynchocyclus brevirostris) y a toda la familia contribuyendo a su manutención, sopesando la posible amenaza de los humanos que estaban abajo. Pero ya es tarde y hace hambre, así que regresamos a Ruiz Cortines, y una vez en las cabañas Braulio me hace escuchar un llamado que viene desde el cielo, y allí está volando el Águila Tirana (Spizaetus tyrannus) sobre nosotros, y elevándose más, desaparece entre los montes.
Después de dos memelas y varias garrapatas después, acordamos que, al otro día, el último día completo en ese lugar, saldríamos temprano hacia las tierras bajas y los restos de la selva tropical de Los Tuxtlas, para pajarear allí y luego pasar a la Laguna de Sontecomapan para ver que encontrábamos. Así que… a dormir temprano y olvidarse de los encantos de la noche en el monte.
[Continuará]