Hace unas cuantas semanas salí junto con mi colega Gustavo Contreras a ver que cosas interesantes encontrábamos en los remanentes de bosque de niebla y bosque de coníferas que aún sobreviven en las estribaciones del Cofre de Perote: saliendo desde la ciudad de Xalapa y subiendo, siempre subiendo por caminos viejos que llevan a lugares que aún parecen contener la esencia de un ecosistema que antaño reinaba sobre las laderas del Cerro de los Cuatro Costados.
Conforme ascendíamos por el camino de terracería, a nuestra espalda el sol se elevaba igualmente; primero sobre el mar de agua salada lejos al oriente, y luego sobre el mar de nubes que se extendía bajo nuestros pies, hasta que llegó un momento en el que las primeras luces del día entintaron los árboles de dorado, mientras veíamos aquella marea de algodón que cubría las ciudades y los pueblos debajo de nosotros. Habíamos llegado a nuestro destino: el ecotono del Bosque Mesófilo de Montaña y el Bosque de Pino Encino.
Ecotonos: espacios de cambio
Tal vez te preguntes ¿qué es un ecotono? y la respuesta sencilla es: una zona de transición entre comunidades biológicas, pero como aquí no respondemos las cosas de manera tan sencilla vamos a ampliar un poco más este concepto: Resulta que allá afuera, en la naturaleza, las distintas comunidades de seres vivos de diferentes especies que interaccionan entre sí como por ejemplo el Bosque Mesófilo del que tanto me gusta hablar, o los humedales y los manglares, tienen «fronteras» que están determinados por las condiciones ambientales que los elementos de estas comunidades pueden soportar. Así por ejemplo, el tipo de vegetación donde vive la Tángara Chiapaneca de la cual hablamos en una historia anterior, existe sólo en una región intermedia de la Sierra Madre de Chiapas donde están presentes las condiciones de altitud, humedad, temperatura, tipo de suelo, etcétera, que permiten que la comunidad del bosque montano tropical pueda desarrollarse. Y en donde estas condiciones dejan de existir, esa comunidad biológica también deja de hacerlo.
Sin embargo, en la naturaleza las «fronteras» entre una comunidad y otra rara vez están bien delimitadas, y en casi ningún sitio te vas a encontrar con una Selva Tropical que trace una línea perfectamente definida con la Selva Baja Espinosa marcando los límites de ambos ecosistemas. Y lo que en realidad ocurre es que hay un área más o menos amplia donde las comunidades biológicas se mezclan, teniendo estas zonas elementos representativos de ambos ecosistemas. Y justo el sitio que visitamos en esta historia es un ecotono entre el Bosque Mesófilo de Montaña: muy húmedo y con una gran diversidad de plantas de hoja ancha y aves con linajes evolutivos que vienen de las regiones tropicales del continente y el Bosque de Pino Encino: un ecosistema más frío y seco, con menos diversidad de árboles y dominado por pinos.
Conforme nos adentramos por el sendero notamos esta particularidad en el sitio donde nos hallamos, hay una pequeña cañada a nuestra izquierda con Cipreses [Cupressus sp.] que crecen sofocando la luz del sol, y junto con ellos también crecían grandes masas de bromelias y orquídeas que guardan la humedad de la neblina entre sus hojas. También las aves nos cuentan que estamos en una zona de transición, pues mientras escuchamos cantar a un Mirlo Primavera [Turdus migratorius] típico habitante de los bosques de coníferas, y en general de las zonas altas de México, un fantasma negro como el carbón, con patas y pico amarillo brillante hace una breve aparición tan sólo para volverse a esconder entre los árboles: es un Mirlo Negro [Turdus infuscatus] cuya presencia es característica de los bosques de niebla… en verdad estamos en la frontera de dos mundos diferentes, pero entrelazados.
Conforme nos seguimos adentrando en la barranca repleta de árboles, yo comienzo a silbar los llamados que conozco que hacen los Chivizcoyos [Dendrortyx barbatus] y tal como había esperado, me responden ruidosamente. Al menos cinco de ellos andan en sus secretos caminos bajo los árboles y profundo en la cañada, probablemente demasiado lejos para intentar verlos, al menos por hoy.
Quienes sí están mucho más cerca son las parvadas de chipes, aunque ya casi comenzarán a irse hacia sus territorios de anidación lejos al norte, aún nos queda tiempo para estar con ellos, los chipes de Townsend [Setophaga townsendi] y de Corona Negra [Cardellina pusilla] bailan sobre los árboles de liquidámbar que apenas están renovando sus vestiduras. Junto con nuestros chipes migratorios también vienen algunos otros que viven todo el año en estas tierras, por ejemplo el Chipe Cejas Blancas [Oreothlypis superciliosa] que se la pasará brincando aquí cuando sus parientes viajeros ya se hayan ido.
Los Arlequines y su corte perdida
De pronto, muy cerca de nosotros y ladera arriba escuchamos un llamado largo y agudo: para el oído no entrenado esto tal vez podría ser el anuncio de que hay un ave rapaz en la zona, pero Gustavo y yo hemos escuchado este llamado antes, y sabemos que no es ningún ave rapaz sino un pequeño y colorido arlequín. Probablemente una de las aves más coloridas (y difíciles de ver) de la región.
Subimos corriendo la ladera llena de hojarasca y ramas secas, tratando de no caer o golpear la cámara y los binoculares porque… ¡uno llega como sea, pero hay que cuidar a las criaturas! y finalmente arriba de todo, en la cresta cubierta de pinos y encinos achaparrados cubiertos de orquídeas, estaba el Vireón Arlequín [Vireolanius melitophrys] cargando sus misterios a cuestas. En realidad, eran dos individuos, un macho y una hembra que se iban desplazando por la parte alta de la vegetación, la hembra mucho más tímida que el macho, siempre metida cerca del tronco mientras el macho exploraba las ramas más externas. Y sí, poder observar tan cerca al Vireón Arlequín es una experiencia increíble, pero desde que lo vimos por primera vez en el estado de Veracruz, allá por el año 2016, hay algo que me preocupa… siempre lo hemos visto solo.
Una de las primeras cosas que las guías de campo señalan sobre esta misteriosa ave es la tendencia que tiene a unirse a parvadas con otras especies para buscar alimento a través de la vegetación, y como debería de ser viniendo de un ave tan sorprendente, sus acompañantes no lo son menos; se reporta que se asocia con algunas de mis aves favoritas, la Matraca Barrada Serrana [Campylorhynchus megalopterus] y la Chara Enana [Cyanolyca nana] en las zonas altas de las sierras de Oaxaca, y en los bosques de coníferas de Michoacán, donde también se distribuye Vireolanius, he podido observarlo asociado con las ya mencionadas Matracas y con la Piranga Cabeza Roja [Piranga erythrocephala] todas estas especies igual de misteriosas y difíciles de hallar que el Vireón Arlequín. Sin embargo, en el centro de Veracruz nunca hemos podido hallar a nuestro colorido amigo asociado con alguna de estas especies… es más, con la salvedad de P. erythrocephala, que no se distribuye de manera natural en esta región, tanto la Matraca Barrada como la Chara Enana se han vuelto muy difíciles de hallar en los últimos cinco a ocho años en lugares donde históricamente se les reportaba.
La destrucción del Bosque Mesófilo en la región, y de este ecotono particular que es la transición hacia los bosques de coníferas ¿acaso ha hecho que los compañeros de parvada de nuestro Vireón hayan desaparecido ya? es algo que no podemos saber con certeza a partir de los pocos datos que tenemos. Pero me causa una inmensa nostalgia pensar que ahora cantan solos, sin las ruidosas Matracas Serranas, ni las pequeñas y celestes Charas Enanas para acompañarles en una interacción que a través de incontables años se llevó a cabo en bosques otrora extensísimos que ahora sólo quedan como recuerdos en la memoria de los más viejos olmos que eran semilla cuando aquel reino verde se extendía de punta a punta de la Sierra Madre Oriental.
No quisiera terminar esta entrada con pesimismo, así que déjenme contarles que para llegar a este sitio que visitamos tuvimos que dejar el coche a un lado de camino de terracería, sin embargo al momento de estarme estacionando no me di cuenta que había un hoyo cubierto por pasto justo enfrente, y una rueda delantera del coche terminó casi por completo dentro. Fue un momento de supremo terror, pero gracias a las habilidades de Gustavo y a un excelente plan de emergencia, logramos sacarlo de ahí y pajarear como si nada hubiese sucedido.
6 comentarios
buenas noches muy bonito el texto no deja compartir en redes sociales
saludos
Qué triste :(.
Gran explicación de los ecotonos y las especies que podemos apreciar en ellos. La destrucción de la frontera entre dos mundos es una situación verdaderamente triste, espero que nuestros amigos Arlequines y el resto de la crew puedan adaptarse a estos cambios tan bruscos a los que se les está sometiendo.
Debemos hacer algo al respecto y buscar soluciones porque a mí también me parte el corazón ver la destrucción y deforestación de nuestra vegetación nativa.
Es una experiencia muy triste que envuelve a todos los bosques mesófilos de México y no sé si del continente. No obstante la narración de su avistamiento es casi poética. Gracias por compartir y concientizar.
Abrazo grande!
Es una experiencia muy triste que envuelve a todos los bosques mesófilos de México y no sé si del continente. No obstante la narración de su avistamiento es casi poética. Gracias por compartir y concientizar.
Abrazo grande!
Increíble redacción, Chivizcoyo. Lograste que me transportara a ese eco tono. Sentí que estaba en esos sitios que describes.
Saludos.