Cuando visitas un pastizal alpino en alguna de las altas cumbres de México, los bordes de los húmedos bosques de niebla en Guatemala, el chaparral costero de California o los páramos volcánicos de Costa Rica y Panamá, es posible que escuches un zumbido constante entre los parches de flores, y tal vez pienses que este sonido es producido por algún insecto: una abeja o un abejorro grande, pero una observación más detallada revelará que los pequeños zumbadores en realidad son pequeñas chispas coloridas; ¡son colibríes!
Los portadores de la flama
Estos colibríes que viven en las tierras altas de Norte y Centroamérica, son los más pequeños de la región; conocidos como zumbadores o chispitas se agrupan dentro del género Selasphorus y conforman un clado de varias especies de diminutas aves que comparten un ancestro en común, desde el más norteño zumbador rufo [Selasphorus rufus] que anida en Alaska, hasta la sureña y misteriosa chispita ardiente [Selasphorus ardens] endémica de Panamá. Estos diminutos seres son un componente inequívoco de los ecosistemas a gran altitud en gran parte de su distribución.
Su nombre común de zumbadores proviene de la capacidad que estos colibríes tienen para producir un zumbido a través de las plumas de la cola que están modificadas para este propósito, y respecto a las diversas maneras de nombrarlos, una de las cosas que se me hace más bonita de estos pequeños es el significado del nombre genérico Selasphorus: proviene de dos palabras griegas que son selas (σελας) que significa brillo; en particular el brillo de una flama, y phoros (φόρος) que es el verbo equivalente a llevar o portar, por lo que una traducción aproximada al español del nombre sería precisamente «Portador de la flama» y a mi parecer este es uno de los nombres más evocativos de entre las aves que existen en la región.
Nueve son los portadores de la flama como nueve son los espectros del Anillo (pajarero y fan de Tolkien, perdón) y actualmente las especies reconocidas dentro del género Selasphorus: el zumbador mexicano [Selasphorus heloisa], el zumbador zuatemalteco [Selasphorus ellioti], el zumbador cola ancha [Selasphorus platycercus], el zumbador rufo [Selasphorus rufus], el zumbador de Allen [Selasphorus sasin], la chispita volcanera [Selasphorus flammula], la chispita ardiente [Selasphorus ardens], la chispita gorjinaranja [Selasphorus scintilla] y finalmente el zumbador garganta rayada [Selasphorus calliope]. De estos brillantes seres, tres de ellos son migratorios de largas distancias: los zumbadores rufo, de Allen y garganta rayada tienen movimientos anuales que los llevan desde el lejano norte del continente americano hasta sus tierras de invernación del centro de México. En particular Selasphorus rufus que migra desde Alaska hasta el centro de México, es una de las aves con la migración más larga, si tomamos en cuenta la masa corporal de este rojizo viajero.
Habitantes de la altura
Estos colibríes son generalmente habitantes de zonas altas (con la excepción de Selasphorus sasin que anida en la costa de California) algunos de ellos como el zumbador cola ancha llegan a vivir sobre la línea de árboles en los pastizales alpinos de los picos más altos de México a más de cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, otras especies como el zumbador mexicano y el zumbador guatemalteco se asocian con bosques templados y húmedos, ya sean bosques de coníferas o mis queridos bosques de niebla de los cuales ya hemos tratado extensamente en varias entradas de este blog.
Para las especies que son residentes desde México hasta Panamá podríamos asignarles, con muchas comillas un término que me he inventado para este blog: «colibríes de disturbio» es decir que aunque necesitan de los bosques bien conservados, también dependen en gran medida de las áreas perturbadas adyacentes a estos, ya sea por actividad humana en lugares donde se han removido árboles grandes y quedan pequeños matorrales y arbustos creciendo, o también por eventos naturales como derrumbes, incendios o incluso erupciones volcánicas que destruyen la estructura de la vegetación y permiten el crecimiento de matorrales o árboles pequeños. Resulta que los machos de Selasphorus utilizan los espacios abiertos para establecer territorios desde donde realizan sorprendentes despliegues de cortejo que incluyen movimientos, colores y sonidos.
Chispitas de color
En mi experiencia, he podido observar los cortejos de Selasphorus heloisa y Selasphorus platycercus a detalle: sentado tranquilamente a un costado de los territorios de los pequeños guerreros y mirando sus idas y venidas. Los machos de ambas especies seleccionan perchas expuestas que pueden ser ramitas, e incluso hojas que soporten los menos de 10 gramos de peso de estos colibríes, desde estas atalayas tienen vigilada su área de influencia, listos para pelear contra cualquier otro macho que pretenda aprovechar las flores sobre las que señorean. Una de las cosas más sorprendentes y magníficas de estos señores guerreros es la iridiscencia tan repentina que pueden mostrar en las plumas de su garganta: con un ligero cambio de posición de su cabeza, las plumas aparentemente opacas estallan en coloridos relámpagos.
Sin embargo, el color es solamente la mitad del despliegue que estos colibríes realizan para atraer una potencial pareja: en nuestros portadores de la flama también hay baile. Los machos de algunas especies como Selasphorus platycercus realizan sorprendentes vuelos de cortejo una vez que una hembra aparece en su territorio, elevándose hasta 30 metros de altura y cayendo casi en vertical hasta la posición de la hembra, para volver a subir y volver a caer unas cuatro o cinco veces y posteriormente quedarse suspendido y brillando frente a la hembra. En algunas otras especies como Selasphorus calliope, Selasphorus heloisa y Selasphorus ellioti los machos son algo más discretos respecto a los grandes vuelos, pero estas tres especies tienen la capacidad de desplegar las plumas iridiscentes de la garganta como si fueran tentáculos brillantes, haciendo vuelos cortos y girando la cabeza de modo que su color vibrante se muestre en todo su esplendor.
De los últimos linajes
Finalmente hay que contar brevísimamente la historia de estos nueve linajes de colibríes, ellos forman parte de la última gran radiación de aves de esta familia; la llamada tribu Mellisugini, que agrupa a los colibríes más pequeños del mundo, y que desde hace aproximadamente 8 millones de años emprendieron la conquista (al fin y al cabo los colibríes son guerreros) del norte del continente americano; asentándose desde el istmo de Panamá hasta el más lejano norte en Alaska como ya platicamos antes.
Con el lento paso de los siglos, distintos linajes fueron separándose, generando especies con características particulares y adaptadas a un cierto tipo de ecosistema, y se estima que hace unos cuatro millones de años, en algún lugar del occidente de Norteamérica, tal vez en las alturas de las serranías, apareció el ancestro común de todos los Selasphorus que conocemos actualmente, y en los subsecuentes millones de años hasta el presente, los nueve linajes que hoy en día podemos observar fueron desarrollándose, algunos de ellos adoptando un comportamiento migratorio y desplazándose hacia el norte, mientras que otros, siguiendo las expansiones y contracciones de la vegetación templada fueron encontrando su lugar a lo largo de las cadenas montañosas de México y Centroamérica.
En el extremo sur del dominio de los Portadores de la Flama, vive una especie que perfectamente podría ejemplificar lo que fue ocurriendo con todo su género a lo largo del tiempo: entre Costa Rica y Panamá vive la chispita volcanera o Selasphorus flammula que tiene tres poblaciones aparentemente separadas en distintos macizos montañosos; algo que parece ser una constante en este género, sin embargo lo especial de este caso es que en cada una de estas poblaciones, los machos tienen la gorguera iridiscente de un color distinto. Podríamos suponer tal vez que a lo largo del tiempo, estos tres linajes con un ancestro común quedaron restringidos a las altas cumbres donde existen las condiciones para que puedan existir, y si bien la evidencia actual no termina de resolver si estas tres poblaciones de colibríes pueden considerarse en realidad especies distintas, podemos imaginar que procesos de aislamiento como el que ocurre actualmente con Selasphorus flammula tal vez hayan ocurrido a lo largo del tiempo, dando forma a las nueve especies de este increíble grupo de colibríes que como pequeñas chispas coloridas, aman y guerrean en las alturas del continente americano.
Créditos
Fotos de Selasphorus flamula: Agustín Murillo @hummingbirds_of_costarica
Bibliografía consultada
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- Stiles, F. G. (1983). Systematics of the southern forms of Selasphorus (Trochilidae). The Auk, 311-325.
3 comentarios
¡Espectáculo visual y sonoro que se antoja! Leerlo ha sido percibirlo y lanzarse ahí cerquita. ¡Wow! Esta época de material abundante en colibríes está siendo de mis favoritas.
¡Excelente artículo! 🙂 Bellísimo y complejo es el mundo de los zumbadores.
Muy buena información sobre este género de colibríes, gracias por poner al alcance de todos el conocimiento sobre estás diminutas y espectaculares aves.